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Sin ellos, la historia del alpinismo en el Tíbet se habría escrito de otra forma. Poseen unas cualidades físicas extraordinarias y un sentido del compañerismo envidiable. Son los sherpas, la población nepalí que habita el techo del planeta y que ha recibido el reconocimiento sordo de todos los círculos del alpinismo.
Durante décadas su labor permaneció silenciada: los grandes logros tenían nombre de caballeros ingleses y escaladores italianos o centroeuropeos. Sin embargo, la primera expedición inglesa a primeros de siglo, en 1921, permitió descubrir sus habilidades, honestidad y dedicación. Y desde ese momento se convirtieron en pieza indispensable de cualquier expedición occidental. Pero no fue hasta 1952 cuando se empezó a poner nombre y rostro a los sherpas. Fue con Tenzing Norgay como gregario de Raymond Lambert en una expedición suiza que llegó muy cerca de la cumbre del Everest. Un año después, el mismo Norgay hizo historia al acompañar a Sir Edmund Hillary a conquistar sus 8.848 metros. A partir de entonces, el mundo se rindió a los pies de los sherpas, y el alpinismo cambió las costumbres y el modo de vida de este pueblo milenario.
A Norgay le siguieron otros como Ang Rita, el primer ser humano capaz de ascender el Everest en 10 ocasiones, o Pasang Lhamu, la primera mujer sherpa que consiguió hollar su cima, aunque el camino de vuelta le arrebatara la vida. De hecho, los altos riesgos que corren en su trabajo también han jalonado la historia del alpinismo de desenlaces fatales. Uno de los más episodios dramáticos se vivió en 1922, cuando siete porteadores sherpas murieron enterrados por una avalancha en el collado norte del Everest. Y durante los 70 primeros años de escalada en la montaña más alta del mundo fallecieron 43 sherpas, más de un tercio del total de las víctimas.
Hoy en día, los sherpas son vitales para cualquier expedición a las zonas más altas del planeta porque cuentan con unas aptitudes físicas portentosas para cargar grandes pesos en condiciones extremas. Pero, ¿cómo pueden hacerlo?
Diversos estudios han desvelado que tienen una fisiología muy particular, capaz de utilizar el oxígeno de una manera más eficiente que las personas que viven en zonas más bajas. Se trata de una capacidad derivada de una mutación genética que les confiere un metabolismo único. Así, mientras el organismo de los escaladores occidentales se adapta a la falta de oxígeno aumentando el número de glóbulos rojos en la sangre para incrementar la capacidad para retener el oxígeno, los sherpas tienen una sangre menos densa, con menos hemoglobina y menor capacidad de retener el oxígeno. Esta característica facilita la circulación de la sangre y reduce la presión sobre el corazón.
A ello se añade que los sherpas cuentan con una red de capilares más rica que el resto de los seres humanos, hecho que favorece la circulación y el transporte de oxígeno a los diferentes tejidos corporales.
Estas características físicas, unidas a su solidaridad y capacidad de sacrificio, los han convertido en el principal punto de apoyo de cualquier expedición a las montañas más altas del planeta. Su nueva faceta vital ha alterado su modo de vida para siempre, y su tradicional papel de comerciantes y granjeros.
En el Nepal viven aproximadamente 35.000 sherpas, la mayoría de ellos en la región de Solo Khumbu. Con la llegada del turismo la economía de la región ha dado un giro de 180º y hoy en día la escalada y el senderismo se han convertido en su principal modo de vida. Estas actividades han transformado su economía de tal forma que la comunidad sherpa ha dejado de ser una población aislada de granjeros en un contexto geográfico de gran pobreza para convertirse en una comunidad notablemente rica. Pero las oportunidades económicas también han contribuido al deterioro de la cultura nativa, ya que hoy en día son muchas las familias sherpas que se trasladan a Kathmandú buscando mejores trabajos, o bien envían a los niños a escuelas en la ciudad o en el oeste, alejándoles así de las tradiciones y del modo de vida de su pueblo.
En cualquier caso, muy pocos dudan de que la vida de esta comunidad continuará ligada al montañismo. Mientras la montaña siga ejerciendo esa mágica atracción sobre los alpinistas, los sherpas continuarán desempeñando su papel de gregarios anónimos para contribuir a la consecución de los logros que engrandecen la leyenda de este deporte.