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Ir a la montaña con los niños puede parecer, a priori, más engorroso que otros planes como la playa, por ejemplo. Aunque si somos verdaderos amantes de la montaña seguro que lo disfrutamos de una forma especial. Si bien es cierto que para este tipo de excursiones debemos tener una logística bien definida y las rutas bien estudiadas. Conseguir aficionar a la montaña a los pequeños puede ser un hábito de gran valor tanto para ellos como para la familia en su totalidad.
En primer lugar hemos de tener en cuenta que el recorrido que decidamos debe estar adaptado a las características de nuestros pequeños acompañantes. Existen una serie de factores clave a tener en cuenta. Tal y como señala la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo (UIAA), hay que valorar la distancia, los desniveles, y la altitud del recorrido. Esta asociación ha elaborado la guía ‘Los niños y la altitud‘ en la que se dan más consejos.
Sobra decir que, como en cualquier otro deporte, la iniciación a la actividad debe ser progresiva, en términos de duración y dureza de las rutas escogidas. De lo contrario corremos el riesgo de generar una animadversión. Lo importante es que disfruten, después, y de forma natural, ellos mismos irán pidiendo recorridos más exigentes. En lo que al ritmo de marcha se refiere, habrá que adaptarlo siempre al más lento (en general el más pequeño), aspecto éste que deberá ser tenido en cuenta a la hora de planificar la duración de la ruta.
Una dosis de fantasía e imaginación
Una vez elegida la ruta, además de que esté adaptada a las capacidades de los pequeños, hemos de hacer que sea atractiva. Aunque para los adultos uno de los objetivos en el monte es hacer cima, el caso de los niños es diferente. Como señala la UIAA para los pequeños es más importante la aventura y el juego durante la excursión.
En ese sentido, existe un manual interesante, ‘Montañismo con niños‘ (Desnivel, 2012). Los autores, Víctor Riverola y Jekaterina Nikitina, aconsejan preparar al menor antes de la partida explicándole la ruta, lo que verá en ella, los paisajes que descubrirán, etc. La clave, apuntan, “es aderezar el trayecto con mucha fantasía e imaginación”. Otro recurso muy útil puede ser hacer excursiones con amigos de los críos o con grupos organizados de edades parecidas.
En cuanto a la labor de identificación de rutas entre las que elegir, siempre es recomendable contactar con clubes, grupos o asociaciones de la zona por la que nos movamos. Normalmente existen salidas periódicas adaptadas para familias. Esta es sin duda una excelente forma de que los niños se relacionen entre ellos mientras disfrutan de la naturaleza. No obstante, la red también ofrece alguna opción para encontrar rutas que se ajusten a nuestros objetivos como familia. En concreto, el sitio web WikiRutas ofrece un buscador de rutas que facilita la segmentación en función de parámetros como el perfil del grupo (familias con niños en nuestro caso), kilómetros de la ruta, desnivel y dificultad.
Precauciones y beneficios
Respecto a las precauciones a la hora de ir a la montaña con los niños, en realidad no difieren mucho de las que deben tomar los adultos, si bien hemos de extremarlas y ser especialmente escrupulosos con su cumplimiento. Protección del sol mediante cremas extremas, gorras y mangas largas, además de evitando rutas muy expuestas, así como las horas centrales del día. Ropa adecuada para protegerles del frío (aunque sea verano, cuando cae la noche puede referscar bastante), haciendo especial hincapié en cabeza y pies. Limitar la altitud máxima alcanzada. Los expertos recomiendan no subir a altitudes superiores a 3.000 y 4.000 metros con menores de cinco años. Y si se duerme en la montaña, hacerlo siempre por debajo de los 2.500 metros. No obstante los adultos deberán estar atentos ante cualquier síntoma que puede hacer sospechar de mal de altura.
Una vez adoptadas las medidas de precaución necesarias, el resto será disfrutar de la naturaleza. En efecto, uno de los grandes beneficios de este tipo de actividades con los niños es el contacto con el medio ambiente, y la frescura mental que esto aporta, sobre todo si se trata de niños que viven en la ciudad. Este aspecto más mental irá asociado al desarrollo de un comportamiento ecológico basado en el respeto por los seres vivos y las plantas. Además, la actividad física que conllevan las excursiones por el monte es una excelente forma de evitar el sedentarismo y los malos síntomas asociado a este. En definitiva, ir a la montaña con niños seguro que será una buena decisión.