- Aventura y Montaña
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Nadie sabe si fue su formación militar o simplemente su coraje lo que salvó a Mike Couillard y a su hijo de 10 años de una muerte segura en la estación de esquí de Kartalkaya, en Turquía. Pero lo que todo el mundo da por seguro es que cualquier otra persona que hubiera permanecido atrapada durante ocho días en medio de una ventisca interminable sin comida, agua, refugio ni fuego no habría sobrevivido.
Mike Couillard lo consiguió, pero tuvo que pasar un auténtico calvario y tomar una de las decisiones más difíciles de su vida: abandonar a su hijo en la nieve para salir a la desesperada en busca de ayuda.
Aquella pesadilla se produjo el 15 de enero de 1995, cuando el teniente coronel de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Mike Couillard y sus hijos Matt y Mark se encontraban esquiando en las montañas turcas de Koroglu. Cuando la estación estaba a punto de cerrar, Mike y su hijo pequeño Matt hicieron una última ascensión antes de regresar a su hotel, pero las cosas no salieron como deberían. A pesar de que la nieve y la ventisca se echaron sobre el complejo, padre e hijo decidieron buscar una ruta paralela alternativa a la pista balizada. Su intención era descender entre pinos pero con manteniendo siempre visible la referencia de los remontes. Sin embargo, la ventisca arreció, el bosque se hizo más espeso y la visibilidad pasó a ser casi nula.
“Nos empezamos a meter entre los árboles y a fabricar rutas esquivándolos, yo pensaba que finalmente desaparecerían y encontraríamos el camino de vuelta al otro lado, pero conforme descendíamos había más y más. Sólo cuando ya no podíamos avanzar me di cuenta del grave problema que teníamos”, recordaba Mike poco después. Con el miedo ya en el cuerpo, decidieron remontar la colina para intentar divisar el hotel, pero el resultado fue el mismo: “Era como si hubiera desaparecido, estábamos muy desorientados”.
Para entonces la noche ya les había atrapado y la ventisca comenzaba a pasarles factura. En ese momento, Mike Couillard decidió poner en práctica su adiestramiento militar y montar un vivac para pasar la noche sin congelarse. Buscó dos árboles con grandes raíces junto a una roca y, con la ayuda de sus esquíes, construyó un sencillo refugio a base de ramas y arbustos. Lo que este militar pensaba que iba a ser una noche de pesadilla que terminaría con la presencia de los equipos de rescate, se convirtió en tres largos días en medio de una de las ventiscas más fuertes que se recuerdan.
Por encima de todas las preocupaciones, a Mike le asaltaba continuamente una obsesión: mantener con vida a su hijo de 10 años. Ateridos de frío y con un paquete de caramelos como único alimento, tuvo que quitar a Matt su bota de esquí impermeable para derretir la nieve y poder hidratarse.
Pero el tiempo pasaba. Y el único rastro de los equipos de rescate era el sonido lejano de un helicóptero que ni siquiera eran capaces de ver. Mike permanecía totalmente ajeno al operativo que el Gobierno turco había organizado con el apoyo del estadounidense: más de 100 efectivos apoyados por recursos aéreos, que eran incapaces de encontrar rastro alguno de la pareja de esquiadores.
Él y su hijo se limitaban a rezar y a gritar en busca de ayuda mientras pasaban los días. Mike incluso escribió varias notas de despedida de su esposa. Hasta que una semana después de su desaparición los equipos de rescate les dieron por muertos. En primavera buscarían los cadáveres.
La tormenta no comenzó a amainar hasta el octavo día. Fue entonces cuando Mike exprimió las pocas fuerzas que le quedaban para salir del refugio, coger algo de altura y buscar un signo de civilización. Lo único que logró ver fue algo que parecía una cabaña. Y entonces tuvo que afrontar la decisión más difícil de su vida: permanecer junto a su hijo o tirar del único e incierto hilo de esperanza que le quedaba.
Hacía ya dos días que no escuchaban los rotores de los helicópteros y sus perspectivas eran fatales. Así que optó por la decisión más arriesgada: se quitó su anorak de esquí para calentar a su hijo y se fue.
Tardó varias horas en llegar a las cabañas, atareado en fabricar un rastro para poder localizar después a su hijo. Pero al llegar comprobó con desesperación que las cabañas estaban vacías y cerradas.
Completamente agotado, ni siquiera los remordimientos por haber dejado solo a su hijo de 10 años le impidieron caer dormido esa noche fruto de la extenuación.
Pero la desesperación solo le duró un poco más: a la mañana siguiente, una furgoneta de leñadores turcos apareció en las cabañas para abastecerse de leña. Inmediatamente, Mike les condujo hasta donde estaba su hijo, y juntos regresaron junto a su familia.
Nueve días después de haber desaparecido y dos después de haber sido dados por muertos, el departamento de defensa de los Estados Unidos emitía un comunicado que ponía un final feliz a la historia. Mike y su hijo Matthew habían sido rescatados tras protagonizar una increíble historia de supervivencia.