- Aventura y Montaña
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Kurt Diemberger es uno de esos escaladores que acumulan hitos en su carrera deportiva, y que además ha vivido para contarlo.
Este escalador austriaco (1932, Villach) no solo fue el primer ser humano en coronar dos ochomiles vírgenes de manera consecutiva, el Broad Peak (8.047 metros) y el Dhaulagiri (8.167 m.): en su currículo también destaca su faceta de fotógrafo y cineasta de altura, que le han hecho merecedor de varios premios, entre ellos un Emy en 1982 por una ascensión al Everest.
Pero si por algo es mundialmente conocido es porque protagonizó una de las mayores hazañas de supervivencia de la historia del alpinismo: Diemberger sobrevivió a la conocida como “La tragedia del K2”, durante el verano de 1986, en la que fallecieron 13 alpinistas.
Aunque era profesor de formación, su verdadera vocación era la montaña, y comenzó a dedicarse a ella con apenas 16 años. Desde entonces, Kurt Diemberger ha participado en 20 expediciones y ascendido seis ochomiles, y su carrera como montañero le valió el prestigioso Piolet d’Or, que recibió en 2013.
Como toda leyenda viva, Diemberger acumula experiencias únicas que ha recopilado en su libro El séptimo sentido, en el que repasa sus primeras ascensiones a través de complicadas vías de roca y hielo, en los años 50; la conquista de varios ochomiles, y las numerosas situaciones límite que vivió, como la que protagonizó en su descenso del Chogolisa, después de que su compañero Hermann Buhl se precipitase al vacío.
Sin embargo, es en otro libro, K2. El nudo infinito, donde Diemberger narra la mayor tragedia ocurrida en el esa montaña, durante una temporada aciaga en la que murieron 13 personas de diferentes expediciones, y de la que el pasado año se conmemoró el 30 aniversario.
Aquel año, el Gobierno pakistaní concedió numerosos permisos de ascensión para el K2, y convirtió el campo base en un auténtico poblado compuesto por 150 tiendas. La primera de aquella larga serie de tragedias se produjo durante el primer ataque a cima, a finales de junio, cuando los estadounidenses John Smolich y Alan Pennington, fallecieron en una avalancha.
La cascada de muerte continuó dos días después, cuando seis personas hoyaron la cumbre, pero durante el descenso dos de ellas fueron engullidas por la montaña.
Días más tarde, las expediciones que se desarrollaron durante el mes de julio se saldaron con la muerte de otras cuatro personas en diferentes episodios.
El cúmulo de tragedias llegó a su punto álgido durante el mes de agosto, y se cebó con el grupo internacional en el que participaba Diemberger. Él partió junto con su protegida, Julie Tullis, una decidida pero inexperta alpinista, poco después de otras dos parejas, el mismo día 4. Ambos hicieron cumbre a las 17.30 horas, bastante más tarde de lo deseable, e iniciaron su descenso de manera inmediata. Pero un incidente comenzó a complicar las cosas a la pareja: Julie Tullis sufrió un resbalón y arrastró a su compañero de cordada. El azar evitó que cayeran por un precipicio, y decidieron hacer un vivac a 8.200 metros. El día siguiente amaneció en medio de una terrible tormenta, que se cebó con una Julie que ya sufría congelaciones y problemas de visión. Pese a ello lograron llegar al C4, donde se encontraron con los otros cinco alpinistas, y se quedaron allí a la espera de que el tiempo mejorara. Pero no lo hizo.
En medio de temperaturas gélidas, el viento huracanado desplomó su tienda y la pareja consiguió guarecerse en otras dos que permanecían en el campamento. Pero Julie Tullis no resistió la siguiente noche, y falleció en la tienda víctima de la altura, el frío y los problemas que arrastraba tras el asalto a la cumbre y el vivac posterior.
La tormenta estuvo a punto de llevarse por delante a los supervivientes durante los tres agónicos días posteriores, en los que tuvieron que aguantar sin agua ni comida. Finalmente, el 10 de agosto amaneció con el cielo despejado, aunque con mucho viento y temperaturas inferiores a -25oC, y los seis supervivientes decidieron explorar esa remota posibilidad y afrontar el descenso. Todos menos Alan Rouse, quien ni siquiera logró reunir fuerzas para levantarse y se quedó para siempre en aquella tienda.
Pero aquel drama no había concluido. Los cinco expedicionarios que seguían con vida comenzaron a abrirse paso en un mar de nieve virgen hasta que las fuerzas vencieron a dos de ellos. Alfred Imitzer y Hannes Wieser se desplomaron unos cientos de metros más adelante, víctimas del esfuerzo. Unas horas más tarde, dejaron de ver a Dobroslawa Wolf, cuyo cuerpo fue hallado por una expedición posterior.
Solo quedaban Willi Bauer y Kurt Diemberger: consiguieron llegar al C3 (7.300 m), pero sus ánimos se derrumbaron al comprobar que había quedado arrasado por la tormenta. Continuaron hasta alcanzar el C2 (6.400 m), donde encontraron comida y combustible. Allí descansaron para continuar el día siguiente. Willi Bauer llegó de avanzadilla al campamento base por su propio pie, ya de noche y en un estado lamentable. Su compañero Diemberger fue rescatado por tres alpinistas que salieron en su búsqueda a continuación.
Aquel terrible episodio engrandeció aún más la trayectoria de Diemberger y lo convirtió en lo que hoy continúa siendo: una leyenda viva del alpinismo.