- Aventura y Montaña,Expediciones
- No hay comentarios
El alpinismo está repleto de historias de superación, de ascensos a cumbres vírgenes y de empresas imposibles finalmente realizadas. Pero hablar de alpinismo es también hablar de fracaso, de tragedia y de supervivencia. Hemos seleccionado varias historias en las que la verdadera hazaña no ha consistido en hollar un ochomil sino en esquivar una muerte casi segura. Arrancamos esta serie cuando todavía no nos hemos repuesto del fallecimiento de Alberto Zerain y Mariano Galván en el Nanga Parbat. Les dedicamos a ambos estas historias, en especial al montañero vitoriano, porque representan la superación de la que han hecho gala durante su larga trayectoria como alpinistas.
La expedición que convirtió a “El Ogro” en leyenda
La historia ha reservado un lugar al británico Doug Keith Scott por haber logrado la primera ascensión de la cara sudoeste del Everest en 1975. Pero apenas se le menciona por su verdadera gesta: descender durante una semana el temible Baintha Brakk reptando con ambas piernas y tobillos rotos… y vivir para contarlo.
El Baintha Brakk, más conocido como El Ogro, es una de las montañas de la cordillera Karakórum más escarpadas y peligrosas del mundo. Scott logró ascenderla por primera vez en 1977, pero tuvieron que pasar 24 años para que otra expedición lograra superar de nuevo sus 7.285 metros de altitud. Todo ello ha contribuido a convertir este pico en una leyenda de la montaña.
El británico organizó la expedición junto con su compañero Chris Bonington. Ambos conformaron un potente equipo compuesto por otros cuatro montañeros experimentados que eran considerados la elite del alpinismo de la época. Su estrategia consistía en atacar la cima de manera conjunta y por varios flancos, pero las complicaciones, las desgracias y los accidentes comenzaron a sucederse desde que la expedición abandonó el campamento base.
El primer intento de hollar la cima fue por una impresionante pared de roca de más de 1.500 metros de altura. Pero el desprendimiento de una roca provocó la primera de una larga lista de bajas, la de Tut Braithwaite. La expedición lo volvió a intentar por la cara oeste, menos vertical pero sembrada de peligrosos bloques de hielo agrietados, conocidos como serács. El grupo logró llegar a los 6.400 metros, establecer un campamento y planificar el ascenso. Lo harían a través de la cara oeste como paso previo al ascenso a la principal.
Scott, Bonington, Mo Anthoine y Clive Rowland la alcanzan el 15 de julio y avanzan hasta un collado para hacer vivac como paso previo al asalto final a la cumbre. Para entonces, Anthoine y Rowland están agotados y abandonan.
Después de 15 horas de escalada, el 17 de julio de 1977, Scott y Bonington clavan la bandera británica en la cima del Baintha Brakk e inician un peligroso descenso nocturno. En el primer rápel, Scott resbala, queda suspendido de su cordaje y se golpea con las rocas hasta fracturarse los dos tobillos. A 7.200 metros, sin fuerzas ni posibilidad de apoyar las piernas, decide prolongar su hazaña: intentar escapar a una muerte segura.
De hecho, esta historia podía haber sido muy diferente si la víctima hubiera sido cualquier otro. Pero Doug Scott no era alguien propenso al pánico. Dos años antes, mientras descendía el Everest junto a Dougal Haston, la noche también se les echó encima y, en lugar de ponerse nervioso e iniciar un descenso precipitado, decidió hacer el vivac a mayor altura de la historia, a 8.760 metros.
En El Ogro, ayudado por Bonington Scott comenzó un descenso infernal de siete interminables días. A veces reptando; en ocasiones a hombros de su compañero, y al final, sobre sus rodillas. Resultado: las dos rótulas y las muñecas rotas por el esfuerzo.
Pero las penurias del equipo no habían terminado, ni mucho menos. Una fuerte tormenta les obligó a permanecer dos días en una cueva de nieve y Bonington contrajo una neumonía. Después, con todas sus facultades mermadas, sufrió una caída fortuita y se rompió dos costillas.
Casi desahuciados, aunque ya con la compañía de los dos compañeros que habían abandonado, los alpinistas consiguieron llegar al campamento para esperar su evacuación. Y un último contratiempo terminó de engrandecer la leyenda de El Ogro. Después de una larga espera, finalmente llegó el helicóptero de salvamento, pero sufrió un aparatoso accidente, esta vez sin heridos.
Scott y Bonington son dos de los pocos supervivientes de aquella generación prodigiosa de escaladores ingleses cuyas trayectorias están repletas de historias y aventuras como la del Baintha Brakk, una de las montañas más hostiles del planeta que ha visto fracasar a una veintena de expediciones y engrandecido su leyenda.