- Aventura y Montaña
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Fred Beckey fue un romántico. Un aventurero solitario y nómada cuya apariencia era la de un indigente. De hecho, se le consideraba un “dirtbag”, un vagabundo sin recursos que prefería vivir a su manera como mochilero en lugar de hacerlo de una manera convencional. Y ese fue, precisamente, el calificativo que eligió Dave O´Leske para titular la película que realizó sobre su vida.
Porque pese a esa apariencia, Fred Beckey fue merecedor de una película. El mundo de la montaña le considera uno de los grandes pioneros de la escalada, que dedicó casi toda su larga vida a abrir rutas y hollar las principales cimas de Estados Unidos, Alaska, las Montañas Rocosas de Canadá y el noroeste del Pacífico. Beckey fue un personaje único y renunció a todo, incluida su graduación en Administración de Empresas, para disfrutar de su tiempo y consagrar su vida a la montaña. Y 2017 supuso un doble hito en su vida: el azar quiso que su fallecimiento coincidiera con el reconocimiento a su trayectoria a través de la película ganadora del Mendi Film Festival de Bilbao, Dirtbag: la leyenda de Fred Beckey. La muerte de Royal Robbins meses antes, en marzo, le convertía así en el último de una generación de leyendas de la escalada.
Beckey nació en 1923 en la localidad alemana de Dusseldorf, pero emigró a Seattle junto a su familia dos años después. Su pasión por la escalada comenzó muy pronto, con apenas 13 años, y no cesó hasta el final. Boy scout y miembro de The Mountaineers, con solo 16 años realizó su primera ascensión al Monte Despair, una cima considerada hasta entonces inescalable. Un año después, en 1940, subió el Forbidden Peak, en plenas Rocosas canadienses, y, dos años más tarde, con su hermano, hizo la segunda ascensión conocida del Mount Waddington, también en la cordillera canadiense.
En 1947 Beckey estuvo a punto de morir en el Pico Serra, en las Rocosas canadienses. Un alud le sorprendió en plena escalada pero tuvo la suerte de que su cuerda se quedó enganchada en un saliente de roca. En cambio, su compañero de cordada, Charles Shiverick, fue arrastrado y murió aplastado contra las rocas.
Estaba obsesionado con la escalada, y pese a que no existe un registro oficial, se le considera la persona que ha realizado más primeras ascensiones del mundo. Porque Dirtbag no buscaba la fama ni el reconocimiento: escalaba por pasión a una velocidad de 40 o 50 picos al año. No era himalayista, pero sí se desplazó a África para ascender su techo, el Kilimanjaro, y a Suiza, para hollar el Monte Rosa. Una de las pocas experiencias que tuvo en el Himalaya fue una de las más amargas de su vida, la que le convertiría en una persona retraída y solitaria. Durante una expedición al Lhotse (8.516 metros), en 1955, Beckey fue acusado por otros montañeros de abandonar a su compañero de tienda con edema cerebral en la tienda de campaña para alcanzar la cima. El escalador alegó entonces quelo hizo para buscar ayuda, pero cuando su compañero fue rescatado por otro grupo, ya había fallecido. Quizá este hecho provocó que fuera excluido de la primera expedición norteamericana al Everest, en 1963. Pero lo cierto es que este último agravio le apartó del Himalaya para siempre y le cambió el carácter hasta convertirle en el personaje apodado Dirtbag.
Su vida continuó así, viajando en autostop y escalando en solitario mientras escribía y publicaba libros para ganar el dinero suficiente para vivir. Su imagen al pie de una carretera pidiendo comida a cambio de asegurar (“Will belay for food”) es una de las más icónicas y representativas de su última etapa, y ha inspirado a decenas de jóvenes que hoy imitan su estilo de vida.
Fred Beckey falleció el pasado mes de octubre a los 94 años.