- Aventura y Montaña
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Pocas vidas resultan tan intensas, heterogéneas, emocionantes, y apasionantes como la de Lionel Terray. Escritor, combatiente en la 2ª Guerra Mundial, guía, escalador, cámara, rescatador de montaña, esquiador profesional… Pero si por algo destacó fue por su faceta de alpinista romántico, y, sobre todo, por su participación en la primera, y dramática, conquista de un ochomil, con permiso de la ascensión al Everest: la del Annapurna, en 1950.
Lionel Terray nació en Grenoble en 1921, en el seno de una familia acomodada. A pesar de los esfuerzos familiares por someterse a la disciplina estudiantil, fue acumulando fracasos escolares mientras comenzaba a despuntar como esquiador. Comenzó a hacer dinero como monitor de esquí en los Alpes, pero poco después fue seleccionado como integrante del equipo nacional francés de esquí. A pesar de su prometedora carrera, las lesiones y el inicio de la 2ª Guerra Mundial truncaron su vida competitiva.
Después de la guerra, se volcó en su otra faceta alpina preferida: la montaña. Poco a poco se fue ganando una sólida reputación como uno de los mejores escaladores y guías de Chamonix. Es la época en la que conoce a su compañero Loius Lachenal (le aborda en una calle de Annency mientras espera el tren), con el que rompió récords de velocidad en escalada y afrontó ascensiones como la del Espolón Walker de las Grandes Jorasses, en el macizo del Mont Blanc, y la de la cara norte del Eiger.
La expedición que marcaría su vida vino después. En 1950, Lachenal y Terray, que para entonces ya eran conocidos como Las locomotoras de los Alpes, formaron una expedición a la cima nepalí del Himalaya, el Annapurna, dirigida por el impredecible Maurice Herzog. Se trataba de la primera ascensión a un ochomil planificada por el hombre y enseguida despertó en Terray un atractivo irracional. “El Himalaya me parecía más inaccesible que una princesa oriental… era la aventura total”, llegó a escribir.
Lo que no podía intuir era cómo esta cordillera cambiaría su vida y la del resto de sus compañeros.
El azar quiso que Terray no estuviera presente en el asalto a la cumbre: a pesar de que Herzog le quería a su lado para culminar la escalada, salió a portear para ocupar su tiempo mientras el director de la expedición recuperaba sus fuerzas. Así fue como Herzog se quedó solo con Lachenal en el C5 el 2 de junio de 1950. Ese día, a pesar de los indicios de congelación que ambos sufrían y de la falta de descanso, Herzog decidió ir a por todas y atacar la cumbre junto con un Lachenal al que no le quedaba más opción que seguirle.
El 3 de junio ambos hicieron cumbre y se convirtieron en los primeros hombres en coronar un ochomil. La gloria de esa gesta se la llevó casi en exclusiva Herzog porque sus imágenes en la cumbre fueron las únicas publicables. La foto en la que aparecía Lachenal salió borrosa e ilegible y marcó el inicio de su olvido.
Pero la Historia guardó un lugar para Terray y su compañero Gaston Rébuffat: el tortuoso descenso del Annapurna de Lachenal y Herzog obligó a ambos a acudir en su rescate. Terray y Rébuffat contactaron con Lachenal y Herzog en el C5. Y el panorama que se encontraron fue desolador: Herzog había perdido los guantes y sus manos ya no le respondían, y tanto él como Lachenal parecían peleles por las severas congelaciones que sufrían en los pies. En medio de una fuerte tormenta, Terray y Rebúffat solo pudieron dedicar esa noche a intentar reanirmarles para continuar el descenso.
Al día siguiente los cuatro siguieron arrastrándose a través de una densa niebla que les impedía ver a un palmo de distancia. Los dos rescatadores tuvieron que quitarse las gafas para poder adivinar el relieve, pero ni siquiera eso impidió que Lachenal se precipitara por una grieta. Al acudir en su busca decidieron pasar allí la noche, pero a la mañana siguiente un alud casi los sepulta en su interior. A duras penas lograron salir de la hendidura rocosa y enfilaron hacia el C4. Pocos metros más adelante, el resto de la expedición encontró a Lachenal y Herzog agotados y lisiados, y a sus dos rescatadores, casi ciegos.
El rescate que protagonizó Terray no fue el único que tuvo que llevar a cabo: el francés también participó en el de cuatro escaladores atrapados en la cara norte del mítico Eiger, en 1957. Esta misión fue novelada por Jack Olsen en la obra El ascenso al infierno. Pocos años después, en 1960, Lionel Terray escribió su libro autobiográfico Los conquistadores de lo inútil, considerada una obra maestra de la literatura de montaña, y gracias a la cual conocemos la pureza del verdadero Nepal, del que Terray estaba enamorado.
El montañero francés falleció a los 44 años en un accidente de escalada inexplicable en las paredes de Vercors, al sur de Grenoble. Su cuerpo descansa en Chamonix.