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Este texto no tenía vocación de obituario. Ueli Steck iba a aparecer tarde o temprano en esta serie de entradas que publicamos mensualmente. Lo merecía por sus logros en la montaña, donde era el más rápido, exhibía técnica y desafiaba a la tradición. Solo porque ha muerto, al caer por un precipicio de 1.000 metros en el Monte Nuptse, esta entrada será un obituario. Pero que eso no confunda al lector: no le incluímos aquí porque haya fallecido. Ueli Steck era ya en vida una figura de la montaña.
Véase por qué:
Entre sus retos destacan:
Todas las cimas de más de 4.000 metros de los Alpes (82) en 62 días.
Cara Norte del Eiger en 2 horas, 22 minutos y 50 segundos.
Cara Sur del Annapurna en solitario en 28 horas.
Dos piolets de oro, el máximo galardón en el alpinismo.
Steck (1976-2017), carpintero de oficio, era un escalador talentoso, fuerte, rápido, original y técnico. Capaz de superar en solitario y sin oxígeno tramos muy difíciles. Y generoso: en 2008, con un calzado de treeking y un goretex ligero se lanzó a rescatar a Iñaki Ochoa de Olza en cuanto supo que el navarro era incapaz de moverse a 7.400 metros.
Despedida
Toda leyenda está envuelta en misterio.
Reinhold Messner sospecha que Steck no había contado del todo sus planes en el Himalaya. Messner, la primera persona que ascendió los 14 ochomiles, cree que el suizo no estaba en el Nuptse simplemente para aclimatar, como había anunciado, sino que pretendía conectar de un tirón esta cima, el Lhotse y el Everest. Una herradura que nadie había hecho antes -con oxígeno sí que se ha encadenado esas tres montañas, pero con oxígeno artificial y sin seguir la línea de la arista–. “De conseguirlo, habría entrado en una nueva dimensión”, asegura Messner.
Nunca lo sabremos.
Solo nos queda decir adiós a Ueli Steck y dar la bienvenida a su leyenda.