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La amenaza del cambio climático es cada vez más evidente. Cada año aparecen espeluznantes imágenes por todo el planeta que nos enseñan una realidad alarmante: el nivel del mar sube año tras año por el calentamiento global y amenaza con tragarse parte de la costa mundial.
Poblaciones asoladas por las crecidas de los ríos de Bangladesh; penínsulas como la de Kivalina, en Alaska, a punto de ser engullidas por el mar; glaciares en Groenlandia, Chile, Alaska o en el macizo del Mont Blanc que se funden sin remisión; humedales en Louisiana devorados por los pantanos… Todas estas imágenes forman ya parte de un relato que nos alerta cada vez con más severidad de los efectos del cambio climático.
La penúltima voz de alarma la ha dado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC), en cuyo último informe explica que si la tendencia actual no cambia radicalmente, el nivel del mar en el año 2100 crecerá entre 60 y 110 centímetros y la temperatura de los océanos subirá más de 2oC. Y eso, ¿en qué se traduce? Por un lado, en que los mares, al ser más cálidos, aumentarán su acidez e improductividad; provocarán cambios irreversibles en los ciclos migratorios de muchas especies marinas, y los fenómenos meteorológicos extremos serán más frecuentes y severos.
Y por otro, que las zonas de costa del planeta experimentarán un grado de erosión desconocido hasta el momento y sufrirán más inundaciones y más violentas. Además, estas advertencias ya no solo se circunscriben al Ártico o a otros lugares remotos del planeta. Euskadi, que cuenta con 197 kilómetros de costa, ha visto cómo el crecimiento del nivel del mar ha pasado de los 2mm anuales detectados en 2014 a los 3,3mm actuales, mientras que el perjuicio en litorales como el mediterráneo o en las Islas Canarias será enorme. Y el impacto que estas consecuencias tienen sobre sectores como el pesquero ya ha comenzado a notarse: un estudio elaborado por AZTI muestra que el atún patudo, el verdel y la anguila han comenzado a variar sus desplazamientos por el calentamiento del mar, aunque otras especies como la antxoa del Cantábrico lo toleran mejor.
Al margen de las consecuencias sobre el ecosistema marino, los expertos alertan de que algunos de los fenómenos extremos que hasta ahora se han dado con una periodicidad de un siglo podrían llegar a tener una frecuencia anual en menos de dos décadas. A ello se suma el hecho de que algunas de las playas afectadas podrían desaparecer si no se adoptan decisiones como la utilización de arrecifes artificiales.
Todos estos elementos dibujan un panorama sombrío que se puede y debe combatir desde varios frentes: por un lado, la acción coordinada de los diferentes gobiernos a la hora de adoptar medidas globales que intenten paliar el calentamiento global, y por otro, el compromiso personal a la hora de poner nuestro granito de arena y adoptar actitudes que contribuyan a mejorar el planeta.