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30 años después de la expedición al K2, Juanjo San Sebastián, Ramón Portilla, Sebastián Álvaro y el resto, rememoran la hazaña volviendo a Pakistán para intentar coronar el Laila Peak .
Os dejamos con Juanjo:
“El sábado 19 de enero, nos recibió una oscura y fría Islamabad. Apenas eran las cinco de la mañana y mientras recorría los últimos metros previos al umbral del aeropuerto, me asaltaron multitud de sensaciones y recuerdos. Tan nítidos que temí, por un momento, haber viajado no solamente hacia el este, sino también hacia el pasado. Fue la noche quien disipó todas las dudas: estábamos en Pakistán, camino a una montaña esbelta, deseada y difícil, en una cordillera solitaria. Pero es el invierno de 2013, no cualquiera de aquellos veranos irrepetibles del K2, Chogolisa, Broad Peak…
De nuestro grupo de ocho, nadie somos los mismos: Sebastián Álvaro, Ramón Portilla y yo somos distintos de aquellos jóvenes que un día de abril de 1983 cruzaban el umbral de este mismo aeropuerto, con la ilusión de ser la séptima expedición de la historia en alcanzar la cima del K2, “La Montaña de las Montañas”. Benito Lertxundi no lo sabe, pero también nos acompaña en esta ocasión: esta mañana, en la habitación del hotel, Sebas y yo hemos vuelto a escuchar su “Bizkaia Maite”. Puede parecer una tontería, pero ha sido emocionante: su voz y los múltiples ecos de situaciones vividas, de caminos recorridos, de amigos que ya no están, de una intensísima sensación de haber sido afortunados. Tan afortunados como para poder atesorar experiencias, mantener recuerdos evitando nostalgias y perseguir nuevos sueños, transitando por caminos desconocidos.
El resto de personas que nos acompañan, de quienes hablaremos los próximos días, son alpinistas jóvenes o cámaras curtidos en esto de los documentales de montaña.
La primera impresión de estos pocos días en Islamabad es que, si bien los nuevos tiempos habían conseguido acelerar el ritmo de vida de Asia, el invierno vuelve a ponerlo en su sitio: nos hemos tenido que quedar tres días en Islamabad debido a que el vuelo del domingo a Skardú, capital del Baltistán, se canceló por falta de visibilidad en los alrededores de la pista de destino. El martes hemos vuelto a ponernos en movimiento. Según nos dice desde Madrid José Miguel Viñas, nuestro meteorólogo particular –esto sí es un cambio-, el martes las condiciones serán propicias y podremos volar.
Tres días en Islamabad, pero no tres días quietos. De la mano de Akbar, de quien también hablaremos hoy, lunes, nos hemos dado una buena caminata por las colinas de Margallah en los alrededores de la capital. Algo así como una subida al Pagasarri por zonas de mayor belleza que Bolintxu. Un recorrido realmente bonito por parajes que, a primera vista, parecen mediterráneos.
El verdadero reencuentro entre pasado y presente lo realizamos ayer, en el Raja Bazar, el gran mercado de Rawalpindi donde antes, cuando aquí no existían las agencias de turismo, dedicábamos días a realizar las compras de comida y menaje de cocina para los meses de campo base.
Ayer, en medio del bullicio, olvidamos la tensa situación que afecta a esta zona del mundo, rodeados de gentes tan amables como yo recordaba, que buscaban desde hortalizas y verduras hasta joyas, pasando por pescados, carnes, vísceras o, simplemente, una conversación una fotografía o un té con estos extranjeros que han tenido la deferencia de venir a ver su país.
ALEJANDRO EL GRANDE Y EL ATHLETIC CLUB
En unas horas volaremos –si Alá quiere- a Skardú, capital del Baltistán, región que concentra a cuatro de los cinco ochomiles, y a buena parte de los sietemiles, pakistaníes. Hay quien dice que el término Skardú procede de Iskander, Alejandro, y que debe su fundación al rey macedonio. Por aquí pueden verse numerosas monedas –eso dicen- acuñadas bajo su imperio, que sí alcanzó estos rincones.
Pero hoy quiero mencionar a otro grande: Jon Alexander. Alex Txikon para los amigos. Ramón Portilla dice de él que de niño se debió caer en la marmita de la hiperactividad y ya no tiene remedio. Trae un paracaídas de salto base y se le van los ojos detrás de cualquier protuberancia que se eleve en vertical más allá de 20 metros. Si la protuberancia en cuestión supera los 80, entonces ya no puede evitar echar una mirada al grupo, a la dirección e intensidad del viento y a la ubicación del despacho del jefe de seguridad del edificio para, después de explicarle que formamos parte de la selección española de cricket, pedirle que le deje saltar con su paracaídas desde la azotea. Así fue cómo llegamos a tomarnos un café con varios directivos -incluido el jefe de seguridad- de Centaurus, un complejo de torres en construcción sobre la Jinnath Avenue, que en dos años albergará un hotel de 7 estrellas con capital saudí.
La de hoy, lunes 21, ha sido mucho mejor: al salir a la segunda planta del hotel, he creído volver a escuchar ecos del pasado; los ecos alcanzaban la escalera y las plantas inferiores. Solo al llegar a recepción he descubierto que lo que escuchaba era real: el recepcionista, muy serio y, a su lado, nuestro buen Jon Alexander muriéndose de risa. La letra de la canción, que no eran ecos, decía “Athleeetic gorri ta zuuuuria, denontzat zu zara geeeeuria…”. Sí, era el himno del Athletic, que a estas alturas todo el barrio tararea porque Alex Txikon, Alejandro el Grande, ha explicado al recepcionista que va a tener muy buena suerte si lo mantiene puesto todo el día.”