- Aventura y Montaña
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Vas a la montaña. Subes. Bajas. Comes. Duermes en un refugio. Vuelves a empezar. Y cuando regresas a casa después de unos días allí arriba te sientes bien. ¿A quién no le ha pasado? Pues bien: esa sensación subjetiva es real. Cada vez más estudios científicos lo demuestran. Uno de los últimos asegura que pasar tiempo en la montaña cambia tu sangre durante un tiempo, incluso meses. Te contamos por qué.
Investigadores de la Universidad de Colorado defienden en un estudio reciente que el cuerpo humano empieza a adaptarse a situaciones de altura en pocas horas y que los cambios que se producen en el cuerpo perduran hasta meses. Es decir: el cuerpo se adapta más rápido de lo que se pensaba y los efectos de esta adaptación se prologan en el tiempo mucho más de lo esperado.
Hasta ahora se creía que el ser humano se adaptaba a la altura, en la que hay menos oxígeno, produciendo glóbulos rojos con más capacidad de transportar oxígeno a los músculos y a los órganos, señaló a la revista Science Robert Roach, investigador principal y director del Centro de Investigación de Altitud de la Universidad de Colorado.
Efecto de la altura
El problema de esta teoría es que, pese a que parecía tener sentido con las comunidades que viven a gran altura, como los tibetanos, no explicaba lo que sentían algunos alpinistas. ¿Cómo era posible que si el cuerpo humano necesita semanas para reemplazar todos sus glóbulos rojos algunos montañeros sintieran que empezaban a adaptarse a la altitud en pocas horas? Si el proceso requería tanto tiempo, ¿por qué los efectos se notaban tan rápido?
Para entender qué ocurría, Roach y su equipo enviaron a 21 voluntarios a un campamento cerca de la cima de la montaña boliviana Chacaltaya (5.421 metros), contaron en la revista Science. Les pidieron que hicieran marchas a gran altura y luego les mandaban descansar una semana a una altitud de 1.525 metros. Después de este plazo, los investigadores pedían a los voluntarios que volvieran al campamento en altura y repitieran las caminatas.
Los miembros del grupo aseguraron entonces que las mismas actividades les requerían ahora menos esfuerzo. Al analizar su sangre, los científicos confirmaron estas impresiones: los montañeros no solo se habían adaptado durante la primera semana sino que habían mantenido los cambios en su cuerpo incluso estando a menos altura. Los deportistas no estaban reemplazando sus glóbulos rojos por unos con más capacidad para transportar oxígeno, sino que estas células estaban cambiando para ser más eficientes y lo hacían desde el primer día. Estas modificaciones en la sangre perduran en el cuerpo hasta meses, ya que se estima que la vida de estas células ronda los 120 días.