- Aventura y Montaña
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Pocas personas han sido capaces de acumular una trayectoria personal y profesional tan intensas como Sir Chris Bonington (Hampsted, Londres, 1934). Hoy, a sus 83 años, este alpinista, conferenciante y escritor inglés ha protagonizado un total de 19 expediciones al Himalaya, entre ellas cuatro ascensiones al Everest y la primera a la cara sur del Annapurna. Pero también ha atesorado una intensa trayectoria personal que le ha ayudado a convertirse en uno de los mejores alpinistas que ha dado Gran Bretaña en toda su historia, junto con Doug Scott.
Su último libro, Ascend, que acaba de ser editado en el Reino Unido, recoge precisamente eso: todas las vivencias personales acumuladas durante su vida, que son las que le permiten explicar su fantástica faceta de alpinista.
Ascend es una autobiografía publicada en inglés en la que Bonington echa la vista atrás para explicar el modo en que esas experiencias vitales han influido en su carrera. Este libro narra cómo tuvo su primera experiencia como aventurero a los 4 años, cuando la policía le atrapó por una travesura; explica por qué se hizo comunista a los 15; cómo su esposa Wendy descubrió que sufría una grave enfermedad neuronal en 2012. Y aborda la muerte de su hijo Conrad, víctima de un accidente, con tan solo tres años…
Todos estos episodios, y muchos más, han sido los que han modelado una vida dedicada al alpinismo, que arrancó cuando Chris tenía solo 16 años, y que le han llevado a protagonizar grandes gestas en el alpinismo moderno. En sus memorias recuerda, por ejemplo, que el reportaje que escribió para la revista Express sobre la escalada a la pared norte del mítico Eiger le reportó £1.000 y más titulares de prensa de los que nunca obtendría. Y también que la primera ocasión en la que pudo ver el Himalaya fue en 1960, cuando formó parte de la primera expedición a través de la cara Sur del Annapurna, la que sería la ascensión más difícil que ha tenido que afrontar en esa cordillera.
Bonington explica que Katmandú le fascinó, que solo había un hotel en la ciudad, The Royal, regentado por un excéntrico ruso llamado Boris, con solo una habitación y prácticamente ningún turista. Que hoy, en cambio, se trata de una de las ciudades con más polución del planeta, plagada de nightclubs, tiendas de souvenirs y de material de escalada… y que sin embargo continúa manteniendo su magia y unas vistas increíbles, como la del Valle de Katmandú.
Bonington prosigue ese relato intimista para confesar la fortuna que sintió al alcanzar la cima del Everest en 1985, justo el mismo año en el que las autoridades nepalíes limitaron el acceso a una expedición por ruta. Sin embargo, también recuerda que aquella aventura le hizo romper la promesa que le había hecho a su esposa Wendy de no regresar a la zona, tras la muerte de dos amigos y compañeros de escalada, en 1982. Chris no pudo resistirse a la oferta que le hizo un empresario noruego de participar en la primera expedición de ese país al punto más alto del planeta con sherpas, oxígeno y a través de una ruta sencilla. “¿Cómo podía resistirme?”.
Él mismo reconoce que tuvo que aguantar el enfado de Wendy, pero a continuación asegura que su entonces esposa en el fondo comprendía su decisión porque sabía que tenía “asuntos pendientes”.
Efectivamente, aquella experiencia le cambió. Ya había subido el Everest con anterioridad, no había pulverizado ningún récord ni era el primer británico en hoyarlo y, sin embargo, se sentía más realizado y cómodo consigo mismo de lo que había estado nunca.
Más tarde lo comprendió: aquel día no se trataba de llegar solo a la cima del Everest. Se trataba de poner el colofón a toda una vida de escalada, de ambiciones, sueños y recuerdos que culminaron en la cumbre, y que se tradujeron en una mezcla de sensaciones de alegría y tristeza que todavía hoy mantiene vívidas.
Ese colofón vital que le llegó en el plano profesional le llegaría también más tarde en el personal. Tras la muerte de su esposa Wendy en 2014, comenzó a salir con Loreto Herman, la esposa chilena de su viejo amigo Ian McNaught-Davis, que también había fallecido tras una tortuosa lucha contra el Alzheimer. Poco tiempo después de comenzar a verse, a Chris le ofrecieron pronunciar un ciclo de conferencias por Chile, y decidió invitarla a acompañarle. Y su respuesta fue igual de contundente: “Me encantaría”.
Ambos se casaron en Londres en 2016, en el que, tal y como recuerda, fue uno de los días más felices de su vida. Entonces, Chris encontró junto a Loreto Hermann el amor que daría sentido a su vida y que, como ocurrió con su ascensión al Everest de 1985, llenaría su existencia.